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Date Posted:02/06/2009 2:40 PMCopy HTML


   





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Avivando el fuego
 
 
 
PARTE IV
 

 
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Tres jóvenes con el fuego adentro

Antes de concluir esto (porque todavía hay algo más que compartir), quisiera hacer una pequeña mención a lo que dice la palabra de Daniel, capítulo 3:16: "Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto". Sadrac, Mesac y Abed-nego eran hebreos, estaban cautivos en Babilonia, Nabucodonosor era el rey, y ellos le hablan al rey con esta certeza: "No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no..." -mire qué tremendas estas palabritas- y si no... o sea, y si no nos librara, "...sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. Entonces, Nabucodonosor se llenó de ira y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo. Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo. Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses". ¡Bendito sea el nombre del Señor!

"Sadrac, Mesac y Abed-nego", dijo Nabucodonosor, "siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían". ¡Oh, Señor! Luego, Nabucodonosor diría: "...por cuanto no hay dios que pueda librar como éste". ¡No hay dios que pueda librar como éste!

Hermanos, es impresionante pensar en ese horno calentado siete veces. Los que hemos visto un incendio grande, una llama, no se imagina siete veces calentado. Los que se acercaron se quemaron. ¡Impresiona ese fuego! Ese fuego rompió las ligaduras.

Pero a mí me impresiona más otro fuego. Me impresiona más que, antes que el milagro ocurriera, estos hombres tenían un fuego adentro. Pudieron enfrentar a todo el consejo del rey. No aceptaron humillarse ante una estatua, no quisieron adorar un dios extraño. Entonces dijeron: "He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado". ¡Ese fuego me impresiona!

Habría sido tan fácil condescender. Habría sido tan fácil evitarse los problemas. Todo el mundo dice que hay que hacer las cosas de esta manera, hay que hacer lo que el mundo dice que hay que hacer. Hay que usar la ropa que el mundo dice que hay que usar. Hay que oír la música que el mundo dice que hay que oír. Hay que llamarle arte a lo que el mundo dice que es arte. Es tan fácil irse en la corriente del mundo. "¿Para qué nos hacemos problemas?". Aun la autoridad más importante del mundo en aquellos días, Nabucodonosor, él viene en persona a desafiar a estos hombres y a amenazarlos con el fuego. Aun la autoridad más importante del país puede decir: "Esto es bueno, esta tolerancia es buena, esta 'onda' es buena". No nos interesa lo que diga, aunque sea la primera autoridad de esta república. ¡A nosotros nos interesa lo que dice Dios! ¡Qué importa que se levante el presidente, el gobierno y el ejército entero! ¡Nuestro Dios está en los cielos! ¡Jesucristo está a su diestra intercediendo! ¡Ellos mismos tendrán que dar cuenta un día! ¡Y nosotros tenemos a Cristo revelado en nuestros corazones! Nos prohíban lo que nos prohíban, nos inviten donde nos inviten, nos traten de arrastrar donde nos quieran arrastrar, ¡hay un fuego ardiente en nuestros corazones! ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Así como estos hombres desafiaron al rey!

Hermano, ¿qué es lo que te está tentando a ti? ¿Quieres la amistad del mundo? ¿Quieres aplaudir lo que el mundo aplaude? ¿Quieres vivir, quieres bailar a la comparsa del mundo? ¿Hay un vicio del mundo que te quiere atrapar? ¿Qué fuego te va a consumir? Hermano, ¿qué tentación, qué pornografía, qué sensualidad, qué carnalidad? Estos días, nuestro país ha sido sacudido, hermanos, por todos estos escándalos sexuales, por esta corrupción tan grande. No ha habido otro tema estos días en las noticias. ¡Cómo sufre esta patria!

Que el Señor libre a la iglesia de esto. Que el Señor libre a los creyentes de esto. Hermano, huyamos, no queremos ese fuego. ¿Podrá el fuego del adulterio, de la fornicación, del pecado sexual, apagar a un hijo de Dios, o enredarlo con cadenas, y atarlo y caer en la misma concupiscencia? ¿No hay, acaso, un fuego ardiendo dentro de nosotros, capaz de librarnos? ¿Será el buen consejo, será la buena educación? ¿Qué te va a librar? A la hora del fuego de la tentación, nada te va a librar, a menos que tengas un fuego ardiendo dentro de tu corazón.

La "santa tolerancia"

Cuando todo el mundo diga: "Esto es lo que hay que hacer, esto es bueno, esto no es pecado, no es malo; practiquemos la santa tolerancia", como lo hacen en Europa. Un hermano que venía llegando estos días nos hablaba de la frialdad europea, de lo que cuesta encontrarse con un creyente que ame al Señor. ¡Tienen miedo! No pueden hablar contra el adulterio, porque es intolerancia. No pueden hablar contra los homosexuales, porque sería pecado. Y qué terrible, que congregaciones llamadas cristianas, gobernadas por homosexuales, por lesbianas. ¡La apostasía ya ha llegado, hermanos! ¡Estamos viviendo días de apostasía!

Pero nosotros no estamos por esa tolerancia. Hay Alguien dentro de nosotros, que nos lleva a la santidad, que nos lleva a la pureza, que nos lleva al amor verdadero, que nos lleva a la consagración, que nos lleva al amor verdadero de Dios. ¡Bendito sea el nombre del Señor! Fuego vino a echar el Señor a la tierra, y toda la corrupción de este mundo no podrá apagar, ¡aleluya!, el fuego de Dios que se nos metió adentro! ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Tenemos a Cristo, hermanos, tenemos al Señor adentro!

Cómo nos impresiona la declaración de los apóstoles cuando los gobernantes, cuando los religiosos de su tiempo dijeron: "En ninguna manera hablen de este nombre". Oh, les llamaron, ellos dijeron: "¿Qué haremos con estos hombres?... Amenacémosles, para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos... porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído". ¡Oh, hermanos, qué tremendo es esto! ¡No podemos! Ustedes nos piden que hagamos algo que nosotros no podemos hacer. Aunque todos ustedes nos lo recomienden, aunque todos ustedes nos amenacen, y aunque nosotros quisiéramos... (como Jeremías, no hablaré más porque esto me trae puros problemas) ... pero aunque quisiera callar, ¡no puedo!... Porque no soy yo quien sostengo esta verdad, no soy yo quien sostengo esta doctrina: ¡Es el fuego de Dios que me sostiene a mí, es el fuego de Dios el que me lleva de gloria en gloria! ¡Bendito sea el nombre del Señor!

¿Qué hemos visto nosotros, hermanos? Hemos visto la salvación de Dios en Cristo. Hemos visto la resurrección de Cristo de entre los muertos. Hemos visto al Señor glorificado, ¡Aleluya! Hemos visto que el Señor viene pronto, hermanos. ¿Podremos callar esto? ¿Podremos decir que no es verdad? No podemos dejar de decir lo que hemos visto, lo que hemos oído. ¿Amén, hermanos? (¡Amén!). Como diría Pablo: ¡No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios! Y esa palabra, poder, ¿cómo se traduce? Como fuego, como dynamis, como dinamita. Así es, hermanos, como dinamita. ¿Cómo puedo callar, si el evangelio es poder de Dios, es fuego de Dios para salvación a todo aquel que cree? ¡Este hombre tenía al Señor adentro!

En Hechos 20:22, esta palabra demuestra cómo el apóstol Pablo tenía el fuego de Dios adentro. Él decía así: "Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer, salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones" ... Me esperan prisiones, me esperan tribulaciones, no sé lo que me va a pasar. "Pero de ninguna cosa hago caso" ... ¡Aleluya, hermanos, así hablan los que tienen el fuego adentro! De ninguna cosa hago caso, problemas vendrán, pero de ninguna cosa hago caso. Las cosas no se me dan bien. Tengo problemas por aquí y por allá. Hermanos, no puedo transformar lo que me rodea, pero de ninguna cosa hago caso ... "ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios". ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Gracias por estos siervos!

Aviva el fuego del don de Dios

Hermanos, no podemos terminar esta palabra sin una exhortación. Tú conoces la palabra de 2ª Timoteo 1:6: "Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos". ¡Aviva el fuego del don de Dios que está en ti! A ver, digámoslo juntos: ¡Aviva el fuego del don de Dios que está en ti!

Hermanos, el Señor dijo: "Fuego vine a echar a la tierra". ¿Amén? (¡Amén!). ¿Encendió tu corazón? (¡Amén!). Ahora, el mensaje es para nosotros, la exhortación es personal: ¡Aviva el fuego! No le digas: "¡Señor, avívame el fuego!". Eres tú quien tiene que avivarlo. El mandamiento es para mí: soy yo quien tengo que avivar el fuego, el fuego del don que está. Esta es la pregunta, ¿está o no está? (¡Amén!). ¡Gracias, Señor, está el fuego! Ese fuego necesita ser avivado, hermanos. ¡Gloria al Señor! 

 
 

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Compartiendo bendiciones

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