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Date Posted:02/06/2009 10:50 PMCopy HTML



   





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Ciencia y religión 
 
 
Autor.Adolfo Robleto
 
 
 Limage
 
Colosenses 2:1-10 
 

Sermón especial para un culto académico

Hace muchísimos años que el hombre más sabio en su época escribió la siguiente sentencia: "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová." Aunque miles de años han transcurrido, la verdad pragmática que encierran las palabras de Salomón, no ha sido invalidada, antes bien ha sido evidenciada y robustecida.
 
 

Este versículo nos sugiere el tema de nuestro mensaje: "Ciencia y Religión", porque la sabiduría es ciencia y el temor de Jehová es la base de la religión. Además, en un culto de color académico como es éste, nada más oportuno que pensar un poco en estas dos palabras: ciencia y religión, las cuales representan dos esferas bien distintas, pero muy relacionadas. En el colegio o la universidad se enseña la ciencia, y en la iglesia se inculca la religión.

Pero hay otro hecho que le da actualidad e importancia al tema que estamos excogitando y es que el hombre tiene mente para pensar y discurrir y tiene corazón para sentir y creer. Aquí no más encontramos la base racional y natural que justifica la relación armónica que debe existir entre la ciencia y la religión.

Hay muchos que creen que no se puede ser científico y religioso a la vez; que ambas cosas son incompatibles, antagónicas e incongruentes entre sí. ¡Error! ¡Insensatez! Tal posición filosófica es un índice de ignorancia, de pretensión o de fanatismo.

Hasta no hace muchos años, y quizás aún en nuestro tiempo, en los círculos de intelectualidad mediana, se tomaba como contraseña y distintivo de jerarquía escolástica, el ridiculizar a la Biblia, el pulverizar a la religión y el entronizar a la no muy afortunada teoría de la evolución orgánica de las especies, afirmándose como verdad inconcusa que los hombres descendemos de los simios antropomorfos, dicho en lenguaje vulgar, del mono.

Ha habido ingente empeño y multiplicados esfuerzos por divorciar a la ciencia de la religión. Se las ha puesto en pugna. Se ha dicho que la ciencia no puede ser religiosa y que la religión no puede ser científica. Esto es ir muy lejos. Lo cierto es que tan atrevida aseveración ni es científica y mucho menos religiosa.

1. DEFINICION DE TERMINOS

¿A qué obedece esta posición tan abstrusa como falsa? Sin duda que ella es el resultado de no definir correctamente los términos ni de precisar sus alcances. Hay ciencia que es pseudociencia y hay religión que es superstición. Cuando esto sucede, claro está, la ciencia y la religión no logran entenderse.

1. ¿Qué es ciencia?

Pero definamos: la ciencia es un cuerpo correlativo de conocimiento absoluto o, según reza el diccionario, es "el conocimiento exacto y razonado de ciertas cosas, el conjunto de conocimientos fundados en el estudio", y yo, de mi parte, agrego: La ciencia es el conjunto de los enunciados de la comprobación experimental, concluyente y satisfactoria de los fenómenos naturales.

2. ¿Qué es religión?

¿Y la religión? Pudieran darse muchas definiciones, pero todas ellas concordarían esencialmente en esto: La religión es la búsqueda que el alma hace de Dios, y esta búsqueda, a veces hasta inconsciente, toma multitud de formas, en las que intervienen a su vez toda una serie de factores. El doctor R. A. Millikan, director del Norman Bridges Laboratory del Instituto de Tecnología de California, formuló el siguiente interesante párrafo: "El propósito de la ciencia es desarrollar, sin prejuicio o preconcepción de cualquier clase, un conocimiento de los hechos, de las leyes y de los procesos de la naturaleza. Y la aun más importante tarea de la religión por el otro lado, es desarrollar la conciencia, los ideales y las aspiraciones del género humano."

 

II. EL PODER DE LA CIENCIA Y LA RELIGION

La religión y la ciencia, cada una ha tenido su época de predominio. Puede haber sobre cada una de ellas un énfasis exagerado y desviado, que el empeño por armonizarlas se haga punto menos que imposible. EJEMPLOS: Por ejemplo, en la Edad Media, la religión, representada por el Papado de Roma, cometió abusos y se colocó en ángulos falsos. La religión, y no la mejor por cierto, pretendió tener la última palabra en todo y metió las narices donde no le incumbía. Citemos tan sólo dos casos para Ilustrar lo que hemos afirmado.

 

1. Nicolás Copérnico

Nicolás Copérnico, célebre astrónomo polaco, a principios del siglo XVI demostró el doble movimiento de los planetas sobre sí mismos y alrededor del sol. Este descubrimiento, de relevante valor científico, echó a tierra la antigua teoría geocéntrica de Tolomeo, pero más tarde la Iglesia condenó la teoría de Copérnico como contraria a las Sagradas Escrituras. El tiempo y la ciencia han fehacientemente demostrado que Copérnico estaba en lo cierto y que el Papa, aun con todo y su pretendida infalibilidad, estaba totalmente equivocado.

 

2. Galileo

El otro caso es el de Galileo, ilustre matemático, físico y astrónomo italiano, quien sostuvo como cierta la teoría hellocéntrica de Copérnico y el movimiento giratorio de la tierra, y por tal motivo fue condenado como hereje a la hoguera por el Tribunal de la Inquisición. Para salvarse de la condena, Galileo, siendo de edad de 70 años, tuvo que abjurar de rodillas delante de aquel Tribunal su supuesta herejía. Pero una vez más, el tiempo, y la ciencia demostraron que Galileo estaba en la verdad y la iglesia en el error.

3. La diosa Razón

Por el otro lado, tenemos la tendencia opuesta: la de exaltar a la ciencia a tal grado, que la religión queda arrinconada y despreciada. Se ha llegado casi a rendírsele culto a la ciencia, así como en 1 7 9 3 la Revolución Francesa estableció el culto a la diosa Razón. Se ha afirmado que con los adelantos de la ciencia, la necesidad religiosa resulta fútil. El comunismo representa esta posición. Sin embargo, es digno de mención el hecho de que durante los últimos 25 año ' s, los descubrimientos científicos y arqueológicos han venido a substanciar las afirmaciones de la Biblia, y a hacer más evidente la necesidad de la religión. La psicología y la psiquiatría modernas reconocen y aprovechan la importancia de la religión.

III. HOMBRES DE PODEROSA INFLUENCIA RELIGIOSA

Muchos hombres de ciencia de nuestro tiempo son hombres piadosos y religiosos. Grandes estadistas, como el finado presidente Eisenhower, no se averguenzan de ser piadosos. Todo parece indicar que estamos al borde de una hecatombe completa, que haga desaparecer a la civilización moderna y nos retroceda hasta la época de las cavernas, o que estamos al borde del más grande avivamiento religioso, que nos acerque como nunca a Dios.

La ciencia y la religión, empujadas como por fuerzas misteriosas, tarde o temprano tendrán que encontrar su punto de unión, pues que ambas, rectamente entendidas, son corrientes que emanan del mismo Dios, quien es el océano infinito de toda perfección.

1. Daniel

En la Biblia encontramos ejemplos notables de personas que fueron sabias y al mismo tiempo religiosas. El primer ejemplo es el de Daniel, en el Antiguo Testamento. Daniel fue uno de los cautivos hebreos en Babilonla y llegó a ser el hombre más sabio en todo aquel reino. El brilló más que Nabucodonosor, Belsasar, Ciro, Darío y todos los príncipes y monarcas potentes de su época. Y sin embargo, no había hombre más piadoso y más creyente en Jehová Dios como él. Todos los días, invariablemente, Daniel abría la ventana de su cuarto y mirando en dirección de Jerusalén, oraba de rodillas a su Dios. Daniel supo asociar en su propia experiencia la ciencia y la religión. Por eso él pudo escribir palabras como éstas: "Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad" (12:3).

2. Moisés

Consideremos ahora el caso de Moisés, el caudillo de Israel. Moisés fue educado en los palacios regios y dorados de Egipto. Esteban dice de Moisés lo siguiente: "Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras" (Hechos 7:22). Pero Moisés fue también un gran religioso. Toda su actividad giró alrededor del propósito de que su pueblo conociera y amara a Jehová Dios. "Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la 'ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible" (Hebreos 11:27).

3. Pablo

En el Nuevo Testamento encontramos a Pablo, hombre versado en muchas enjundias, que bien podía figurar en los círculos intelectuales de su tiempo; hombre de mente preclara, capaz de eclipsar con el lustre de su gloria a los más conspicuos filósofos, antiguos y modernos. ¿Y quién fue Pablo? Nada menos que el genio del cristianismo, proftindo espiritualista, eminentemente religioso. En la persona, en la obra y en los escritos de Pablo, la ciencia y la religión armonizan admirablemente. Sus grandes conocimientos estuvieron siempre humedecidos por el rocío de la fe.

4. Jesucristo

¿Y qué diremos del más eximio entre los hombres, Jesucristo nuestro Señor? ¿Habrá habido hombre más sabio que él? ¿Qué misterios esconderá la ciencia en sus entrañas que él no los conozca? El apóstol Pablo declara que en Jesucristo " . . . están escondidos todos los tesoros de sabiduría y del conocimiento" (Col. 2:3). Los más grandes sabios, los genios deslumbradores de la historia, los científicos más acuciosos, todos ellos tienen que postrarse ante el sabio Maestro de Galilea. Nunca la ciencia y la religión estuvieron más unidas y mejor encausadas como en la persona de Jesús de Nazaret. El conoció la mente de Dios y por eso podía revelárnosla. Y su más ardiente anhelo fue hacer la voluntad de su Padre celestial. El conocimiento y la fe marcharon siempre de la mano en la vida de Jesús.

En tal consideración, Jesús cobra actualidad en el día de hoy. En una época tan convulsa como la que nos toca vivir, nada más oportuno que acudir a Cristo para aprender de él como nuestro Maestro, y para confiar en él como nuestro Salvador. El auge científico que estamos viendo hace más necesaria que nunca la fe, porque si desdeñamos a la fe como resabio de una era de oscurantísmo, el barco de nuestra civilización y con ella el de la humanidad entera, se irá a pique para convertirse tan sólo en una sombra de lo que fue.

IV. CONSEJOS A LOS GRADUANDOS

Jóvenes, vosotros habéis pisado los relucientes salones del Templo de Minerva; habéis embebido vuestras mentes en las fuentes cristalinas del saber; vuestra curiosidad se encuentra ya agitada para escudriñar nuevos misterios; habéis concluido la primera etapa en la preparación intelectual de vuestra vi da y ahora os ponéis en pie de frente al futuro. Mas, ¿de qué os servirán todos los conocimientos adquiridos y los datos almacenados si no unís a la ciencia la religión, valga decir, la fe en Dios, en su Hijo Jesucristo? El mundo necesita de hombres y mujeres inteligentes, preparados y activos, pero que sean también hombres y mujeres creyentes piadosos y obedientes a los mandatos de Dios. Poned a Dios siempre como el centro de vuestra vida.

"En el escudo de la ciudad de Lubeck hay una rueda, y en el centro de la misma esta inscripción: 'Deus in rota' (Dios en la rueda). ¡Qué dibujo más sencillo y, no obstante, cuán profundo es el pensamiento que encierra! Significa que en el curso incesante y agitado de la vida el centro inmutable, firme, es Dios. Los puntos de la rueda unas veces están abajo, otras veces arriba; ora carga sobre tal punto el peso del carro, ora sobre otro; mas siempre permanece en el centro Dios-, permanecen en el centro la voluntad, la sabiduría y el amor del Padre celestial que todo lo gobierna y sustenta. Cuando por los caminos de nuestra vida un dolor acerbo nos oprime y nos pega a la gleba de la tierra, o cuando la alegría de nuestro corazón nos lanza hacia las alturas ... siempre está a la misma distancia o cercanía de nosotros el centro de nuestra vida: Dios." (Copiado).

1. La verdadera sabiduría

"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová, afirma Salomón. ¿Quién no anhela ser sabio? ¡Hermosa y buena ambición! Pero la verdadera sabiduría no es aquella que desplaza a Dios del cuadro, que hace vilipendio de la fe, que moteja a la religión y que se burla de la Biblia. Después de todo, la sabiduría o la ciencia del recto vivir, no se adquiere en los anaqueles de las bibliotecas o en las aulas de los colegios. Hay que asistir a la escuela de la experiencia y de la diaria comunión con Dios para ser sabio en el verdadero sentido de la frase, Una vida que no toma como punto de partida a Dios, es como un planeta fuera de su órbita, como una estrella errática.

El rey Hierón de Sicilla, en el siglo 111 antes de Jesucristo, hizo construir un buque tan grande, que al terminar las obras y querer botar el barco, no pudieron moverlo de la tierra ni empleando la fuerza de innumerables obreros, caballos y máquinas. En último extremo, recurrieron a Arquímedes, el célebre matemático, para que les ayudara.

Arquímedes prometió construir una máquina con la cual un solo hombre podría levantar con facilidad el buque. Naturalmente, los hombres escucharon con incredulidad la promesa ... Y Arquímedes construyó la máquina-, era un polispasto, esto es, un sistema de poleas. Pidió, pues, que fuese el rey mismo quien moviera el buque. Y el rey, a la vista de todo el pueblo, levantó con facilidad el buque y lo lanzó al mar. En su desbordada alegría, dio una orden singular, según la cual todo el mundo había de encontrar bueno y sabio cuanto dijera e hiciera Arquímedes.

¡Arquímedes mereció esta distinción inusitada por su pequeña máquina! ¿Qué hemos de decir de Dios, el constructor de la admirable maquinaria del universo? i Cómo hemos de alabar su sabiduría cuando mediante microscopios y telescopios echamos una mirada en los secretos admirables del universo! Dios es la sabiduría absoluta.

2. Vosotros y el evangelio

jóvenes, a vuestro paso por el colegio donde estudiasteis, y por vuestra asociación con esta iglesia, vosotros habéis oído la sencilla pero poderosa predicación del evangelio, ese evangelio que proclama la salvacion por el sacrificio de Cristo, ese evangelio que redime, que transforma y que levanta. El colegio ha ayudado un poco a la formación de vuestra personalidad y de vuestro carácter; os ha dado conocimientos y técnicas para el trabajo y para la vida. La misión del colegio está cumplida en vosotros; la responsabilidad pesa ahora sobre vosotros.

Ambicionad mayores conocimientos; creced en la ciencia, pero creced también en la fe. Buscad siempre la sabiduría divina. El apóstol Pablo dice las siguientes palabras: "Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación" (1 Corintios 1:18-21).

Y esta predicación que Pablo llama locura es la que estoy deseando grabar en vosotros. Queremos que el mensaje sea un mensaje de aliento, un mensaje que despierte en vuestros corazones el deseo de alcanzar los altos ideales, de transitar por los caminos rectos, de servir a Dios y al prójimo, de poner vuestra confianza en Jesucristo y de vivir una vida útil, armónica y feliz.

En la iglesia de San Pablo en Londres descansan los despojos de muchos ingleses de noble prosapia. En el monumento marmóreo de uno de ellos se lee esta triste inscripción: "He vivido en medio de dudas, muero en incertidumbre, no sé adonde voy.

¿Puede haber para un espíritu que medita, que está sediento de luz, un camino más funesto? ¿Qué importa saberlo todo, si se ignora lo único necesario? No importa que pueda dibujar la órbita de las estrellas; no importa que sepa contar el número de cromosomas que contiene una célula; no importa que logre medir las vibraciones del éter en el color ultravioleta; nada tiene importancia si no se resuelven estas preguntas: ¿Qué es el mundo? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es lo que nos espera después de la muerte?

CONCLUSION

Que el temor de Jehová sea la nota clave en vuestra vida; la luz que ilumine todas vuestras acciones. Amad la ciencia y practicad la religión. Sed hombres de saber de fe. Que cuando y tengáis que confrontar los problemas de la vida, la luz de vuestra ciencia os ayude a resolverlos; y que cuando al fin de la jornada os paréis frente al espectro de la muerte y avizoréis las playas de la eternidad, que la fe religiosa en Cristo y en la Palabra de Dios os abran las puertas de la patria celestial. Al felicitarlos por vuestros triunfos académicos, os encomendamos a la gracia y a la protección del Todopoderoso. Que él os bendiga y os haga triunfar para la gloria de su nombre, Amén. 
 
 


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Compartiendo bendiciones

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