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Date Posted:02/06/2009 6:15 AMCopy HTML

 


   





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De lo tangible... a la fe
 
 
PARTE III
 

 
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Amado hermano, a esto nos trae hoy día el Señor. No importa que no veamos nada de repente. A veces, alguien quiere que el Señor le responda este asunto, y como el Señor no se lo respondió como él quería que le respondiera, se aleja, se va, porque está buscando una fe acomodada a su propia medida. ¿Queremos acaso nosotros manejar a Dios? ¡No podemos! Hermano, si el Señor te dice ¡No!, confórmate con el No. Si el Señor no te responde, él sigue siendo Dios. ¡Si las cosas no se dan como el hombre quiere, Dios sigue siendo Dios! 

Pero lo más glorioso que nosotros tenemos, amados hermanos, no es la salud y la vida. ¿Cuántos dicen amén a eso? (¡Amén!). Lo más glorioso, lo más grande que usted tiene no es el vehículo que tiene, no es la casa que tiene, no es el sueldo que tiene, no es la posición social que tiene. ¡Lo más glorioso que usted tiene es a Cristo revelado en su corazón! ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Bendito sea el nombre del Señor! 

Hermanos, cuando la Escritura habla de la fe de aquellos que andaban errantes, por las cuevas, dice, de los cuales el mundo no era digno, unos fueron aserrados, otros traspasados a espada, errantes, hambrientos, huyendo por las cuevas, de los cuales el mundo no era digno. Hermanos, ¿qué pasaría...? ¡Qué tremendo! A mí me conmueve el corazón cuando sé que en algunos países de mayoría musulmana o budista, como en el Asia, hay cristianos en estos días que están muriendo por su fe. Y están persiguiendo, no a los que tienen nombre, no a los que tienen grandes instituciones -a veces también les toca- sino a aquellos pequeños grupos que se reúnen en las casas. Pareciera que el diablo quiere atacarlos a ellos: "¡Esos son los más peligrosos, los que no tienen nombre, los que no tienen estructuras, los que se glorían tan sólo en Jesucristo su Señor!". Ellos andan errantes, ellos pasan hambre, algunos de ellos han muerto ¡enterrados vivos! 

Y nosotros, hermanos, vivimos una comodidad tan grande. Nosotros tenemos todas las facilidades. ¿Qué queda para nosotros, qué queda para ellos? Aunque no haya vacas en los corrales, aunque las vides no den mantenimiento, aunque no haya nada, ¡todavía Jesucristo vive! ¡Todavía Jesucristo reina! ¡Todavía Jesucristo es el Señor! Y él anda con nosotros, vive con nosotros. 

Mientras estamos reunidos aquí, ¡aleluya!, él está aquí. Si él resucitó de entre los muertos, entonces es verdad que donde hay dos o tres reunidos en su nombre, ¡él está ahí! ¡Gloria al Señor! Si él resucitó de entre los muertos, entonces es posible que no nos deje huérfanos, que vuelva a estar con nosotros. ¡Aleluya, porque por la fe habita Cristo en nuestros corazones y no nos deja nunca! Él dijo: "Id y haced discípulos a todas las naciones, enseñándoles todas las cosas". Eso hemos estado haciendo este tiempo aquí: enseñando lo que él enseña. Y él dijo: "Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". ¿Te basta Cristo? ¿Te basta que te haya recibido? ¿Te basta con haberlo recibido? ¡Me basta Cristo! ¡Sólo me bastas tú! ¡Me basta mi Señor! ¡Te amo, Señor! ¡Te bendigo, Señor! ¡Gracias! 

Amados hermanos, estos días se nos hablaba de la gloria de Dios. ¡Gracias al Señor por la palabra preciosa! Porque la escritura dice: "Porque Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". De tal manera, hermanos, que la gloria de Dios que era como una nube visible en el antiguo pacto, y que entraba en el templo hebreo y cubría el tabernáculo, en estos días, hermanos, el Padre abre los ojos de nuestro entendimiento, y este corazón que era tardo para creer ¡ahora empieza a arder con el fuego de Dios! 

¡Aleluya, porque el Señor es el que ha resplandecido! ¡Dios mismo nos ha abierto los ojos! Él mismo resplandeció en nuestros corazones, y se ha iluminado ahora el conocimiento de su gloria en la faz de Jesucristo, de tal manera que en el nuevo pacto no esperemos ver una nube en el día o una columna de fuego en la noche, hermanos, necesitamos tan sólo tener ojos espirituales, ¡aleluya!, porque desde aquel día, del día de la resurrección hasta hoy, al Señor Jesús ya no le conocemos según la carne. Cleofas y los demás, le habían conocido hasta ese día en el plano de la carne, de lo visible y de lo palpable. Pero, desde aquel día, el Señor determinó que ya no se le conocería así. 

Hermano, necesitamos conocer a Cristo ahora sólo en el espíritu. Así decidió el Señor mostrarse de ahí en adelante, y eso está vigente hasta el día de hoy. Hoy se muestra el Señor así. Aunque no veamos nada, basta con que lo hayamos visto a él. 

Cuando Cristo está revelado 

Fruto de esto, terminando la palabra, versículo 33 de Lucas 24: "Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos y a los que estaban con ellos". Primero ellos venían tristes y cansados. Pero en esa misma hora -ya era de noche- el corazón estaba encendido. ¡Qué importa el problema! ¡Qué importa volver inmediatamente de vuelta! ¡Qué importa hacer el camino de noche (el camino no era pavimentado)! Había pedregales, era un camino polvoriento y oscuro, no había luminarias. Hermanos, ¡no importan las dificultades cuando el corazón está lleno de Cristo! ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡No hay impedimento para volver a la comunión! "¡Vamos, tenemos una noticia tan grande, tenemos un gozo tan grande, lo tenemos que compartir! ¡Vamos donde nuestros hermanos, volvamos a Jerusalén! ¡Vamos donde Pedro! ¡Vamos donde las hermanas que vieron el sepulcro abierto! ¡Digámosles nuestras cosas!". ¡Aleluya, hermanos! 

¿Con qué fuerza camina usted, hermano? ¿Viene usted porque lo trae alguien aquí? ¿Vienen hijos porque tan sólo los padres los traen? Hermano amado, que nos impulse ese fuego encendido por el Señor adentro. Amén, hermanos, es tiempo ya que nosotros caminemos por ese fuego que arde. Que comience a arder el corazón, porque el Señor es el que lo enciende. Ellos fueron y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos. Antes que Cleofas y su compañero abrieran la boca, ellos abren la puerta y los otros les dicen: "¡Resucitó el Señor!". ¡Tenían el mismo mensaje! "¡Ha resucitado el Señor verdaderamente y ha aparecido a Simón!". Entonces, ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino y cómo le habían reconocido al partir el pan. 

Hermanos, después vienen otras escenas gloriosas. El Señor les vuelve a abrir el entendimiento, vuelve a hacerse visible por última vez con ellos. Les dice: "Cuando estaba con ustedes...", haciendo cuenta como que ya no está con ellos. Está pero no está, está por última vez palpable: "Palpen, toquen, aquí están mis manos, mis pies, aquí están mis heridas. ¡No sean incrédulos, sean creyentes!". Pero el Señor ya los había trasladado de plano. Ahora no importaba que el Señor se fuese a los cielos, no importaba. ¡Aleluya! Hermano, ahora no importa que tú no lo veas con estos ojos, no importa. ¡Porque el Señor igual está! ¡Bendito sea el nombre del Señor! No importa que las cosas se den como tú no lo esperas, lo importante es que él esté. Si él está, todo está bien. ¡Gracias, Señor! ¡Bendito sea el Señor! 

Después viene la oración de los discípulos, después viene el día de Pentecostés, después viene la iglesia en Jerusalén, y después viene el evangelio hasta lo último de la tierra, hasta nuestros días. El Señor no volverá a ser visible, hermanos, hasta el día en que le veamos cara a cara, ya no con estos ojos. No esperes ver tantas cosas, no esperes ver nada. Que te baste ver a Cristo. 

Oh, hermano, si alguien todavía no ha cambiado de plano, ¡qué difícil debe ser para usted caminar! Si usted todavía está entre lo visible y lo palpable, hermano, ¡qué difícil debe ser para usted venir a una reunión! ¡Qué difícil debe ser para usted vencer una tentación! ¡Qué difícil debe ser para usted mantenerse fiel en medio de un mundo que lo quiere atrapar todos los días! ¿Cómo ha soportado las tentaciones en sus propias fuerzas? ¿Cómo persevera usted reuniéndose tal vez por un miedo externo? ¡El Señor te libre en este día y él haga el milagro en el corazón! Y desde este día no esperes ver nada, sino creer en el corazón, y que tu corazón se encienda también y camines con gozo, hermano. Y volvamos de Emaús a Jerusalén. Si te has ido lejos, desalentado y triste, es el día de volver con gozo a la comunión de los hermanos, a abrazarte con los que tienen la misma realidad. Y, ¿cuál es esa realidad?: "¡Cristo en nosotros, la esperanza de gloria!". 

Hermano amado, lo que me une contigo, amada hermana, ¡es que está Cristo en nosotros, la esperanza de gloria! ¡Compartimos la vida preciosa y poderosa de Aquel que no se ve! Te abrazo sin esfuerzo, nos amamos, porque hay otra vida adentro. Amén, hermanos, no es una religión externa la que nos congrega aquí, ¡sino que hemos visto al Invisible, aleluya! ¡Hemos visto al que resucitó de entre los muertos! ¡Él es el que nos guarda! 

La obediencia de la fe, la obediencia de la palabra, el cumplir con los mandamientos del Señor, fructificar para Dios, son cosas que no se pueden hacer en el plano de la carne y de la sangre, no se pueden hacer en el plano de los esfuerzos humanos. Para agradar a Aquel que vive por los siglos de los siglos, se necesita tener la vida de él incrustada, metida, en lo más profundo de nosotros, ¡y eso es lo que el Señor Jesús ha venido a hacer conmigo! ¿Con quién más? (¡Amén!).  
 

 
 
 

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Compartiendo bendiciones

Recopilo

 

 

 

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