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Date Posted:02/06/2009 6:13 AMCopy HTML

 


   





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De lo tangible... a la fe
 
 
PARTE I

 
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Al igual que los discípulos que iban camino a Emaús, los cristianos necesitamos experimentar una revelación de Jesucristo. Necesitamos que el Señor mismo se nos revele por el Espíritu Santo a partir de la Palabra de Dios. Desde ese día, ya no andaremos por vista (buscando apoyo en hechos grandiosos, milagros, líderes) sino por fe, y agradaremos a Dios. 

"De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así" (2 Corintios 5:16). 

Padre, te pedimos socorro, porque sólo tú eres quien revelas a tu Hijo. Señor, necesitamos la asistencia poderosa de tu Santo Espíritu, tanto para compartir como para poder recibir tu palabra. Nos ponemos en tus manos esta mañana, en el nombre del Señor Jesús. 

Quisiera invitarles a que abriéramos las Escrituras en el evangelio de Lucas, capítulo 24, del versículo 13 en adelante. 

Dice así la Escritura: "Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén". Estos son dos discípulos del Señor Jesús que iban 'el mismo día'. Ese mismo día era el primer día de la semana, el día en que el Señor Jesús había resucitado de entre los muertos. Ese día tan lleno de acontecimientos. 

Veremos esta mañana un acontecimiento más -glorioso también- donde el Señor es protagonista. Pero no sólo pondremos la mirada en el Señor, que es protagonista de esta experiencia, sino también en los discípulos que de alguna manera nos reflejan a nosotros. Que el Señor nos ayude a ver la palabra y lo que él quiere decirnos esta mañana. 

Un forastero camino a Emaús 

El mismo día iban a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios (unos once kilómetros aproximadamente) de la ciudad de Jerusalén. "E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?". 

Esta es la pregunta del Señor Jesús cuando se acerca a estos dos discípulos que van camino a Emaús. Ellos no lo reconocen. En ese momento, el Señor Jesús es para ellos un forastero, un extraño, que camina por el mismo camino. Es como si un extraño se junta con ellos en el camino y les dice "¿Qué conversaciones tienen entre ustedes mientras caminan, y por qué están tristes?". 

Los discípulos estaban muy tristes, y su tristeza los llevó a abandonar Jerusalén. Atrás habían quedado los hermanos, los otros discípulos, las mujeres que habían visto el sepulcro vacío, los apóstoles, Pedro, Juan, y los demás hermanos. Era tal la tristeza de ellos, que no quisieron quedarse allí y se fueron. Así ocurre con los hermanos muchas veces, que cuando las cosas no están bien, que cuando viene el día de la prueba, se alejan. Que cuando las cosas no son como ellos quieren que sean, entonces muchas veces la fe desciende tanto, el ánimo decae tanto, que nos alejamos de los hermanos, nos alejamos del grupo, del núcleo de los hermanos. Y con tristeza ellos conversan y caminan sin darse cuenta de esta persona que va con ellos. 

Sigamos leyendo: "Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido". 

¡Qué tremendo es esto, hermanos! Ellos tienen una excelente opinión de la persona del Señor Jesús. Estos discípulos tienen un conocimiento de Cristo: Jesús nazareno, un hombre apartado, varón profeta, este hombre hablaba palabras de Dios, un hombre poderoso en obra, poderoso en palabra delante de Dios y de todo el pueblo. Ellos tenían grandes expectativas con todo esto. Pero luego viene su desazón: fue entregado por los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte y le crucificaron. Con la muerte del Señor murieron también sus esperanzas, murió su fe, murieron sus expectativas. Con la muerte del Señor, para ellos se acababa todo. "Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel... Pasó algo que no esperábamos que pasara". 

Los discípulos estaban extasiados con la persona del Señor en otros momentos. Ellos vieron cuando sanaba a los enfermos, cuando enfrentaba a los fariseos, a los religiosos, y los descolocaba con sus argumentos tan firmes (les hablaba como quien tiene autoridad). Ellos vieron la tormenta calmada. Fueron testigos de la resurrección de Lázaro. Supieron del partimiento del pan, de la multiplicación de los peces y de los panes. Vieron los milagros del Señor, vieron que multitudes venían tras él, fueron testigos de la algarabía del pueblo el día que el Señor estaba entrando en la ciudad de Jerusalén. Ellos tenían la impresión de que, entrando en Jerusalén, el Señor iba a ser rey inmediatamente. Pensaban que los romanos iban a caer postrados a los pies del Señor, y en alguna oportunidad quisieron ellos hacerlo rey, pero el Señor se escapó de ellos, porque no era su día. Ellos, como lo tenían a la mano, lo veían, lo tocaban, lo escuchaban... 

Hermanos, los discípulos hasta este momento, estaban acostumbrados a ver con los ojos visibles, a tocar lo palpable, lo visible. Ellos no concebían que su Salvador pudiese morir, a pesar de que él les había hablado una y otra vez acerca de su muerte y de su resurrección. Cuando el Señor les había hablado de su muerte y de su resurrección, dice la Escritura que ellos guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos. La resurrección de los muertos no estaba para nada en sus planes. Era algo que nunca había acontecido, para ellos. ¿Qué sería aquello de resucitar de los muertos? 

Ellos estaban en el terreno de lo visible, de lo palpable. 

Un relato de incredulidad 

Sigue el versículo 22: "Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron". Cuando dicen esto, lo dicen con una incredulidad tremenda. ¡Ellos no le creyeron a las mujeres! Ellos no podían ver lo que no se ve. Sólo tenían ojos para ver lo visible. Y lo visible les hablaba a ellos que el Señor no estaba. Entonces, su problema más grande es que ¡no lo vieron resucitado! Ellos querían verlo, necesitaban los ojos físicos, necesitaban palparlo, verlo. Lo habían visto los últimos tres años, día y noche, habían caminado con él, habían estado con él. Estaban en el plano de lo visible, estaban en el plano de lo palpable. Entonces, aunque se hable de que había resucitado, mientras no lo vieran con sus propios ojos, porque su terreno, su plano era ver solamente aquello que con los ojos se podía ver... su desazón es tremenda. Hasta ahí llega el relato de ellos. 

El Maestro les abre las Escrituras 

"Entonces él les dijo..." habla el forastero, habla el extraño caminante. Los ojos de los discípulos están velados. Habla este 'forastero': "¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían". 

No dice aquí qué Escrituras, dice que comenzando desde Moisés... Moisés tiene esta figura, por ejemplo. Hubo un momento en que, a causa del pecado del pueblo, hubo una plaga de serpientes en el campamento y cada vez que la serpiente mordía a alguno las personas morían. Entonces Dios le habló a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera en un asta elevada, para que aquel que fuese mordido por la serpiente mirara arriba. 

Seguramente les mostró ese pasaje: "Mira, así el Cristo tenía que ser levantado, como la serpiente de bronce, para que el que lo mirara fuera salvo. Así Cristo fue levantado, ¿y ustedes no lo entienden? También había dicho Moisés: "Profeta os levantará Jehová nuestro Dios de entre vosotros; a él oiréis". ¡Este es el profeta que había que oír!". Y cuántos otros pasajes, a través de todos los profetas, les habrá mostrado. 

Seguramente les mostró de Isaías: "Un hijo nos es nacido, el principado sobre su hombro". O Isaías 53: "Como un cordero fue llevado al matadero, enmudeció, no abrió su boca, pero después que haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días". ¡Vivirá! "Después de haber puesto su vida, vivirá". ¡Eso dijo Isaías, que él pondría su vida, sería llevado al matadero como un cordero, pero eso significaba la salvación de ustedes, nuestra salvación! ¡Y después, vivirá por largos días! ¡La resurrección está también en Isaías 53! 

"¡Insensatos, tardos de corazón para creer!"... Esta es la desgracia del hombre: nuestro corazón es tardo para creer. El hombre quiere ver con los ojos, el hombre quiere palpar siempre, el hombre se quiere mover siempre en el plano de lo que es palpable, lo que es visible; si no, el corazón es tardo, no quiere creer.  
 

 
 

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Compartiendo bendiciones

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