Forzado a orar "Y dijo Jacob: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien" Génesis 32:9. "Pro tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos" 2 Corintios 1:9. Después de hacer estos preparativos, es probable que Jacob todavía no tuviera paz. Por tanto, hizo algo que no solía hacer: oró (vs. 9-12). Esta es la primera vez que se menciona una oración de Jacob en toda su vida (en Génesis 28:20-22 hizo un voto a Dios, y no una oración). Durante los veinte años que estuvo bajo la mano opresora de Labán, no existe ningún relato de que él hubiese orado. Pese a que Labán cambió su salario diez veces, Jacob no oró. En principio, todos somos como Jacob. Recibimos la promesa de Dios y llegamos a conocerlo, pero aún así no oramos. En lugar de ejercitar nuestro espíritu para orar, ejercitamos nuestra mente para razonar, y nuestra fuerza natural para enfrentar cada problema. Jacob no oraba cuando estaba con Labán, sino que se valía de su fuerza natural para controlar la situación. Pero ahora frente a Esaú, Jacob fue llevado a una situación donde no tenía más habilidad. Todas sus habilidades, sus técnicas y su fuerza se habían agotado. Cuando se enteró que Esaú venía con cuatrocientos hombres, tuvo miedo. Lo único que podía hacer era dividir a su pueblo en dos grupos, pensando que si el primer grupo era aniquilado, el segundo podría escapar. Puesto que eso era todo lo que podía hacer Jacob, se vio obligado a orar. |