Luz para el mundo en tinieblas
Jesús, cuando vino a nuestro mundo, trajo al hombre el más bello y
trascedental de los mensajes. No traía simplemente una doctrina para ser
aprendida, sino para ser vivida. Por eso, el mensaje de Jesús fue dado con
el ejemplo (Hch.1:1). Nunca pudieron descubrir sus oyentes la más leve
contradicción, el más insignificante desajuste entre la doctrina que
proponía y la vida que llevaba. Se daba en Él la más perfecta coherencia
entre palabras y obras. Sus palabras no eran sino una glosa de su propia
vida.
De ahí, el asombro, la fascinación, la admiración que desde el primer día
suscitó entre sus oyentes, y la fuerza irresistible que ejercía entre sobre
ellos. Jesús suscitaba oleadas de entusiasmo y fervor entre la gente sencila,
que lo seguía siempre ansiosa de escuchar aquella doctrina tan original y
nueva y de contemplar aquella vida tan excelsa. Los evangelios a pesar de
la sobriedad con que están escritos, conservan en sus páginas el eco del
fervor popular que Jesús suscitó desde el primer día.
Cojamos el evangelio de Marcos, el primero que se escribió y el más
sencillo de todos, y leamos los versículos: 1:16-20; 1:21-28; 1:32-34;
1:35-39;1:40-45; 2;1-12; 2:13-14. Son escenas del entusiasmo y del
fervor de la gente. Jesús desde el primer día, vivió en Señor
de multitudes hombres no tenemos otro recuerdo más bello que recordar
Aquel pasó por la vida heciendo bien todas las cosas (Mar. 7:37) y haciendo el
bien a todos (Hch. 10:38). Ninguna figura ha surgido en la historia tan
limpia, tan sublime, tan excelsa.
F/Dostoivski: leamos un testimonio entre miles: "A veces Dios me envía
instantes de paz. En estos instantes amo y siento que soy amado. Fue en uno
de estos momentos cuando compuse para mí un credo donde todo es claro
y sagrado. Este credo es muy simple helo aquí: creo que no existe nada más
bello, más profundo, más simpatico, más viril y más perfecto que Cristo; y
me lo digo a mí mismo, con un amor celoso, que no existe y no puede existir.
Pero si alguien probara que Cristo está fuera de la verdad y que ésta no se
halla en Él, prefiero permanecer en Cristo que permanecer en la verdad.
(Fedor Dostoievski, escritor ruso).
Jesús, con la enseñanza tan bella y original que propuso y la vida tan santa
que llevó, encendió en el mundo una gran luz, que no se ha apagado ni se
apagará jamás. Y el mensaje de Jesús no fue, una bella teoría. Jesúa remite
siempre a la praxis, a la acción, como a la vida. Nos mostró el camino que el
hombre debe recorrer para llevar una vida humana auténtica, y lo que nos
espera al final del camino. De esta forma, Jesús dio respuesta a los dos
grandes interrogantes que todo hombre cuando viene al mundo tiene que
hacerse: ¿Qué tengo hacer? y ¿qué puedo esperar?. Jesús desvela el enigma,
el sentido de la condición humana. Y fuera de Él, el hombre es un misterio
insondable. "Jesús revela el hombre al hombre".
Jesús dijo solemnemente, "Yo soy la luz del mundo. El que sigue no anda en
tinieblas" (Jn.8:12). Y el que vuelve la espalda a Jesús, se hunde en las
tinieblas de la ignorancia. Y no es que ignore cosas; padece una ignorancia
más radical: se ignora a sí mismo.
El evangelio de Mateo, al comienzo, presenta el ministerio público de Jesús a
la luz de estas solemnes y majestuosas palabras de Isaías: "El pueblo que
caminaba en tinieblas vio una gran luz, y a los que habitaban en sombras de
muerte una luz les brilo" (Isa.8:23-9:1; Mt.3:1). Y desde entonces, esta es la
tarea de todo hombre que viene este mundo, Si quiere ser fiel a su identidad
más profunda y quiere vivir una vida auténticamente cristiana, caminar al
resplandor de esa luz que es Jesús.
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