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Date Posted:11/22/2015 12:04 PMCopy HTML
Meditación bíblica "En sartém se preparará con aceite; frita la traerás, y los pedazos y los pedazos cocidos de la ofrenda ofrecerás en olor grato a Jehová" Levíticos 6:21. Varias veces había oído este versículo; sin embargo esta vez al leerlo la palabra pedazos saltó de la página, y con velocidad balística penetró en lo más prfundo de mi corazón. Esta mañana séque el Señor habló a mi vida; revelándole a mi espíritu algo nuevo y fresco que traería luz al temporal de tiniebla que amenzaba con inundar mi alma. No tuve duda que Dios me hablaba, y que con su infinita misericordia Él contestaba a mi más reciente oración. Le habí pedido que me aclarara el porque de alugas cosas aparentemente insólitas que me ocurrían. Según meditaba en el versículo, entendí algo: El Señor me esta enseñando algo nuevo; me esta capacitando para caminar con Él más intimamente. ël desea que yo tome todo ese dolor, misería, confusión y decepción que recientemente me ha acosado, lo mezcle con un generoso amplio espontaneo sacrificio de alabanza, le agregue el fuego de mi más profuna gratitud, y se lo presente y se lo presente a Él como un sacrificio vivo, aroma fragante, fragante, y grata a Su presencia. Nosotros los cristianos tenemos frases bonitas para describir las pruebas; de gloria en gloria, escalando otro nivel etc.Pocos entendemos lo que realmente significan esas pruebas. . No muchos están conscientes del dolor personal y la angustia real que inevitablemente acompaña este proceso hasta que nos toca a nosotros vivirlo. El Señor me ha enseñado a gozarme en medio de mi túnel por oscuro que parezca. Es ahí donde el rayo de esperanza divina se hace palpable, es ahí donde entiendo la razón de mi sufrimiento espontaneo; Dios está haciendo algo nuevo en mí, y conmigo. Él está preparándome para la próxima cosa que ya tiene reservada para mi vida. El Todopoderoso está haciendo conmigo los mismo que hizo con todos sus siervos, cuando los equipaba cuidadosamenmte para una labor mucho más grande de ello qizás hubiesen imaginado. Todos sabemos acerca de nuestro padre Abraham; de su valerosa y gigantesca fe. Nos maravillamos de de los sufrimientos indescrptiblescasi sasi increíbles de su siervo Job, las injustas e inmerecidas penalidades sufridas po0r José, los padecimientos, Su mensajero al mundo gentil, y los muchos otros márties que siguieron su ejemplo. Santos quienes menospreciando el sufrimiento y el oprobio, entregaron todo por causa del Evangelio de Jesúcristo; convirtiéndose en los pilares de la iglesia primitiva de Jesucristo. Dios no hace acepción de personas; lo que hace con uno, lo hace con el otro, si vesdaderamente hay entrega total y sometimiento absoluto. El Señor no tiene hijos predilectos; cada uno de ellos tiene que pasar por el mismo proceso para obtener el premio anhelado: Su regla se aplica a todos por igual. Dios sólo usa vasos rotos para revelar Su poderoso y maravilloso poder creativo. Por tanto no denería sorprendernos cuando nos llega el turno de ser bajo Su poderosa mano. En esa forma Dios se asegura que toda la gloria sea de ¨ Él y para Él. La puerta que nos lleva su reino (el cielo) es en verdad estrecha; no hay cabida para el orgullo o el egocentrismo de ninguna especie. Solamente hay espacio para un corazón puro, contristo y humillado, y unas manos limpias y vacías; prestas para recibir agradecidamente Su bendición. Ciertamente es el Señor quien nos rompe; Él es el único que puede hacerlo siin destruirnos. Sólo Él puede sacar las impurezas de nuestros corazones, al igual que un experto purifica y refina el oro. Entonces es cuando brillamos para Él. Es ahí cuando somos luz en medio de las tinieblas, y la sal que esta tierra distorsionada, y enfermiza necesita. Entonces nos convertimos en una esperanza viva para un mundo insípido que se pierde en medio de su propia vanidad y se autodestruye en el desvarío de su propio corazón. La próxima ves que ud. se encuentre en medio de tribulaciones atroces, amargas vicisitudes, e interminables dardos infernales, recuerde que esto también pasará, y al final del tunel estaremos gozosos y agradecidos por la prueba, que con la ayuda del Señor, y sujetos de su mano, hemos superado; reconociendo que nos era imposible aprenderesta lección sin haberla vivido en carne propia. Ruego al Todopoderoso que así como esta palabra trajó luz a mis tinieblas, traiga también entendimiento a su corazón en su tiempo de tribulación; según hizo conmigo.
¡Gracias Señor y Aleluya al Cordero de Dios!
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Jaime Batista Cortes
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