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Date Posted:02/19/2009 5:09 AMCopy HTML

 

 

 


 

  SERMONES BIBLICOS



UN SERMON SENCILLO
 
( C.H. Spurgeon )
 

 
 
 Romanos 10:13
 

 

 

«Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10:13).
Un eminente teólogo ha dicho que muchos de nosotros, cuando predicamos la Palabra, damos por sentado que nuestros oyentes poseen un gran conocimiento de ella. "Muy a menudo", dice este teólogo, "hay en la congregación personas que no están familiarizadas en absoluto con la gran ciencia de la teología. Desconocen por completo la totalidad del sistema de gracia y salvación ." Así pues, es conveniente que el predicador se dirija a sus oyentes, de vez en cuando, como si su mensaje les fuera totalmente desconocido, y se lo exponga como algo nuevo, explicándolo todo como si su auditorio lo ignorara."Porque", dice este buen hombre, "es mejor suponer muy poco conocimiento, y explicar lo que se desea con claridad, aun para la más pobre inteligencia, que suponer demasiado y dejar que el indocto se vaya sin haber comprendido nada."

Ahora bien, creo que esta mañana no erraré sobre este particular, porque asumiré que algunos de mi congregación por lo menos, desconocen totalmente el gran plan de salvación. Y estoy seguro que vosotros, los que lo conocéis bien y habéis experimentado su valor, seréis indulgentes conmigo, mientras intento, con las palabras más sencillas que pudieran pronunciar labios humanos, narrar la historia de cómo se pierden los hombres y de como son salvos invocando el Nombre del Señor, según las palabras del texto.

Demos, pues, comienzo por el principio. Y digamos a nuestros oyentes en primer lugar que, puesto que nuestro texto habla de la salvación de los hombres, ello implica que necesitan ser salvados, ya que si los hombres hubieran continuado siendo igual que cuando Dios los creó no hubieran necesitado la salvación. Adam, en el Paraíso, no necesitaba salvación; era perfecto, puro, limpio, santo y acepto ante Dios. Él era nuestro representante, el representante de toda la raza humana, y cuando cogió la fruta prohibida y comió del árbol del cual Dios había dicho: "No comeréis de él, ni le tocaréis, porque no muráis pecando así contra Dios, tuvo necesidad de un Salvador; y nosotros, su descendencia, por causa de su pecado, necesitamos también de un Salvador. No obstante, nosotros, los que vivimos actualmente, no debemos culpar a Adam; ningún hombre hasta ahora ha sido castigado solamente por el pecado de Adam. Los niños que mueren en su infancia, son, sin lugar a dudas, salvados por gracia soberana, por medio de la redención que es en Cristo Jesús. Cuando sus ojos se cierran al mundo, habiendo sino inocentes de todo pecado, los abren al punto en la bienaventuranza del cielo. Pero ni vosotros ni yo somos niños. No necesitamos hablar en estos momentos del pecado de Adam. Tenemos que dar cuenta de los nuestros, y Dios sabe que son bastantes. La Santa Escritura nos dice que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios, y la conciencia da testimonio de la misma verdad. Todos hemos quebrantado los grandes mandamientos de Dios, y a consecuencia de ello, el Dios justo se limita en justicia a castigarnos por los pecados que hemos cometido. Ahora bien, hermanos míos, al hecho de que hayamos quebrantado la ley divina y de que nos hallemos por ello bajo la ira de Dios, debemos la necesidad de misericordia. Por consiguiente, cada uno de nosotros, si hemos de ser felices, si hemos de morar por siempre con Dios en el cielo, tenemos que ser salvados.

Empero, existe gran confusión en las mentes de los hombres acerca de lo que significa ser salvo. Así pues, permitidme que os diga que salvación quiere decir dos cosas. En primer lugar, significa nuestra liberación del castigo por los pecados cometidos; y, además, significa la liberación de la costumbre de pecar, de tal manera que, en lo sucesivo, no viviremos como antes hemos vivido. Dios salva a los hombres de dos formas: encuentra al pecador quebrantando su ley, y dice: "Te perdono, no te castigaré. He castigado a Cristo en tu lugar; serás salvo". Pero esto es solo la mitad de la obra. Dice a continuación: "Hombre, no dejaré que continúes pecando como solías hacer. Te daré un corazón nuevo que vencerá tus malas costumbres. De suerte que tú, que has sido esclavo del pecado, serás libre para servirme. Aléjate de él; no volverás a servir a tu negro amo; debes dejar, pues, ese demonio. Te haré mi hijo, mi siervo. Tu dices: 'No puedo hacer tal cosa'. Ven, te daré la gracia para llevarlo a cabo; te daré gracia para dejar la embriaguez, gracia para renunciar a tus blasfemias, gracia para dejar de profanar el domingo; te daré gracia para ,seguir la senda de mis mandamientos y descubrir que es un camino delicioso". La salvación, pues, consiste en dos cosas: la liberación por un lado, del hábito de vivir en enemistad con Dios, y por otro, del castigo anejo a la transgresión.

El gran tema de esta mañana, sobre el cual trataré de expresarme en un lenguaje muy sencillo -no emprendiendo vuelos de oratoria de ninguna clase-, trata de cómo pueden ser salvos los hombres. Este es el gran interrogante. Recordemos, pues, qué significa ser salvos: significa ser hechos cristianos, tener pensamientos nuevos, nuevas mentes, nuevos corazones; y significa también poseer un nuevo hogar en eterna bienaventuranza a la diestra de Dios. ¿Cómo pueden ser salvos los hombres? ¿Qué es menester que yo haga para ser salvo7 Éste es el grito que brota de las gargantas de muchos de los que están aquí esta mañana. La respuesta del texto es ésta: "Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo." Antes que nada, trataré de explicar, aunque muy someramente, el texto: con ello nos hallaremos ante una explicación. En segundo lugar, intentaré disipar algunos errores muy corrientes sobre la salvación: ésta será, pues, nuestra refutación. Y por último, subrayaré en vuestras mentes la utilidad del texto: ello será la exhortación. Explicación, refutación y exhortación; recordad estos tres puntos, y ¡que Dios los grabe en vuestros corazones!

I. Primero, pues, la EXPLICACIÓN. ¿Qué se nos quiere dar a entender aquí por invocar el nombre del Señor? Tiemblo en estos momentos al tratar de explicaros el texto, porque sé que es muy fácil "oscurecer el consejo con palabras sin sabiduría". En más de una ocasión los predicadores, en vez de hacer más luminosa la Escritura con sus explicaciones, la han convertido en oscuridad. Muchos predicadores son como una ventana pintada, impiden el paso de la luz en lugar de facilitarlo. No existe nada que me confunda más ni que fatigue tanto mi mente, como el responder a estas sencillas preguntas: ¿Qué es fe? ¿Qué es creer? ¿Qué es invocar el nombre del Señor? Para poder darles el significado exacto he tenida. que recurrir a mi concordancia y buscar en ella los pasajes donde se repite esta misma palabra, y he podido deducir (y lo expongo respaldado por la autoridad de la Escritura) que la palabra "invocar" significa adorar; por lo tanto puedo traducir el texto de esta forma: "Todo aquel que adorare a Dios, será salvo." Permitidme que os explique la palabra "adorar" de acuerdo con el significado que de ella da la Escritura, para, de esta manera, explicar la palabra "invocar".

Invocar el nombre del Señor significa, en primer lugar, adorar a Dios. Encontraréis en el libro del Génesis que "cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová". Es decir, empezaron a adorar a Dios, construyeron altares en su nombre, confirmaron su creencia en el sacrificio que había de venir, ofreciendo un sacrificio característico sobre el altar que había levantado, doblaron sus rodillas en oración, elevaron sus voces en cánticos sagrados, y exclamaron: "Grande es Jehová, Creador, Preservador; sea siempre alabado por los siglos de los siglos". Ahora bien, todo aquel que, dondequiera que se encuentre en el vasto mundo, sea capacitado mediante la gracia para adorar a Dios como Dios quiere, será salvo. Si le adoráis por un Mediador, teniendo fe en la expiación de la cruz; si le adoráis con oraciones humildes y sincera alabanza, vuestra adoración prueba que seréis salvos. Porque no podríais adorar a menos que tuvierais gracia en vuestro corazón, y vuestra fe y gracia son una prueba de que seréis glorificados. Todo aquel que, con humilde devoción ya sea en el verde césped, bajo las ramas de un árbol, bajo la bóveda del cielo de Dios, o en la casa de Dios, o fuera de ella; quienquiera que adorare fervientemente a Dios con un corazón puro, esperando ser aceptado por medio de la expiación de Cristo, y abandonándose humildemente a la misericordia de Dios, será salvo. Así lo dice la promesa.

Empero expliquemos algo más extensamente lo que es adorar, no sea que alguien salga de aquí con una idea equivocada de lo que esto significa. La palabra "invocación", en el significado que le da la Sagrada Escritura, quiere decir oración. Recordaréis el caso de Elías, cuando los profetas de Baal pedían a su falso dios que les enviara lluvia; entonces él dijo: "Invocaré a Dios", es decir, "oraré a Dios para que envíe la lluvia". Por lo tanto, la oración es un indicio seguro de vida divina en nuestro interior. Todo aquel que ore a Dios a través de Cristo con súplica sincera, será salvo. Oh, recuerdo de qué manera me consoló cierta vez este texto. Sentía el peso del pecado, y no conocía al Salvador; pensé que Dios me destruiría con su ira y me aplastaría con su ardiente enojo. iba de capilla en capilla para oír predicar la Palabra, pero jamas escuché una frase del Evangelio que, como este texto, me protegiera del fin al que creo iba encaminado, llevado por la pena y el dolor: el suicidio. Sí, fue esta dulce palabra: "Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo." Bien, pensé, no puedo creer en Cristo cómo es mi deseo, no puedo hallar el perdón; pero sé que invocando su nombre, sé que orando, ¡ay!, orando con gemidos, lágrimas y suspiros día y noche, aunque esté perdido, podré alegar esa promesa: "Oh Dios, tu dijiste que aquel que invocare tu nombre sería sal vo; yo lo invoqué, ¿me arrojarás de tu lado? Yo rogué por tu promesa. Elevé mi corazón en oración, ¿puedes ser justo y condenar al hombre que realmente oró?" Mas, fijaos en este dulce pensamiento: la oración es el verdadero precursor de la salvación. Pecador, no puedes orar y perecer; oración y perdición son dos cosas que nunca marchan juntas. No te pregunto de qué clase es tu oración; puede ser un gemido, puede ser una lágrima, una oración sin palabras, o una oración pronunciada de forma incorrecta y desagradable al oído; pero si es una oración salida de lo más profundo del corazón, serás salvo, o de otra forma su promesa sería falsa. Puedes estar seguro que, si oras, no importa quién hayas podido ser ni cuál ha sido tu vida ni cuáles los pecados en que has caído, aunque estos sean los más repugnantes que corrompen a la humanidad; si has aprendido a orar de corazón,

«La oración es el hálito de Dios En el hombre que vuelve a su Hacedor».

no puedes perecer con el hálito de Dios dentro de ti. "Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo."

Empero, la palabra "invocar" significa algo más: quiere decir confiar. Nadie puede invocar el nombre del Señor a menos que confié en ese nombre. Debemos tener confianza en el nombre de Cristo, o de otro modo no le habremos invocado rectamente. Escúchame pues, pobre y afligido pecador; has venido aquí esta mañana teniendo conciencia de tu culpabilidad, despierto ante el peligro en que te encuentras; he aquí tu remedio: Cristo Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre, nació de la virgen María, sufrió bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado". Sí, Él hizo esto para salvar a pecadores como tú. ¿Quiéres creer esto? ¿Creerás en ello con toda tu alma? ¿Dirás: "Hundido o a flote, Cristo Jesús es mi esperanza, y si perezco, pereceré rodeando con mis brazos su cruz, gritando:

«Nada traigo en mis manos a tu luz

sólo vengo a abrazarme a tu cruz»"

Pobre alma, si puedes hacer esto, serás salva. Ven ahora, no necesitas de ninguna buena obra por tu parte, ni de ningún sacramento; todo lo que se te pide es esto, y esto te lo da Él. Tú no eres nada, ¿tomarás a Cristo para serlo todo? Ven, estás ennegrecido, ¿quieres ser lavado? ¿Te pondrás de rodillas y gritaras: "Señor ten misericordia de mí, pecador; no por ninguna obra que yo haya hecho o que pueda hacer, sino por el amor de Aquel cuya sangre manaba de sus manos y pies, en quien solamente creo"? Los sólidos pilares del universo se tambalearán antes que tú perezcas; ¡ay!, el cielo llorará un trono vacío y una Deidad extinguida, antes que la promesa sea violada. El que cree en Cristo, invocando su nombre, será salvo.

Pero veamos algo más, y con esto creo que os habré dado el sentido completo que da la Escritura a esta palabra. Invocar el nombre del Señor significa profesar su nombre. Recordaréis lo que dijo Ananías a Saulo, después llamado Pablo: "Levántate y bautízate, y lava tus pecados invocando su nombre." Ahora pues, pecador, si quieres acatar la palabra de Cristo, ésta dice: "El que creyere y fuere sumergido, será salvo". Observad que he traducido la palabra. El rey James no permitió que lo fuera. Pero yo no me arriesgo a ser infiel al conocimiento que tengo de la Palabra de Dios. Si significa asperjar, que nuestros hermanos traduzcan "asperjar"; pero no osarán hacer tal cosa, porque saben que no encontrarán jamás en todo el idioma clásico nada que pueda justificar el hacerlo así; y no se atreven a intentarlo. Pero yo si me atrevo a traducirla: "El que creyere y fuere sumergido, será salvo". Y aunque el sumergir no es nada, no obstante Dios manda a los hombres que creen que sean sumergidos, para hacer profesión de su fe. Repito que sumergir no significa nada para la salvación, es únicamente la profesión de la salvación pero Dios manda que todo hombre que pone su fe en el Salvador sea sumergido como lo fue el Salvador, para el *****plimiento de la justicia. Jesús fue a la orilla del Jordán para ser sumergido bajo las aguas; y de esta misma forma, cada creyente debe ser bautizado. Mas algunos de vosotros retrocedéis ante la idea de hacer una declaración. "No", decís, "creeremos y seremos cristianos en secreto." Entonces escuchad esto: "Porque el que se avergonzare de Mí y de mis palabras en esta generación el Hijo del hombre se avergonzará también de el cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles". Repetiré una verdad manifiesta: ninguno de vosotros habréis conocido jamás a un cristiano secreto, y os lo demostraré. Si habéis sabido que un hombre es cristiano, no ha podido ser un secreto, porque si hubiese sido un secreto ¿cómo habríais podido saberlo? Por lo tanto, si no habéis conocido nunca un cristiano que lo era en secreto, no tenéis motivo para creer que pueda existir uno. Debéis manifestaros y hacer una profesión de fe. ¿Qué pensaría Su Majestad de sus soldados, si juraran que eran leales y verdaderos, y le dijeran: ---Vuestra Majestad, preferiríamos, en vez de llevar los trajes militares, vestir de paisano. Somos hombres rectos, honestos e íntegros, pero no queremos permanecer en vuestras filas siendo reconocidos como vuestros soldados; nos gustaría más andar por el campo enemigo, y por el propio también, sin llevar nada que nos hiciera aparecer como soldados vuestros"?; ¡Ah!, algunos de vosotros hacéis lo mismo con Cristo. ¿Vais a ser cristianos secretos? ¿Vais a serlo, y andar por el campo del diablo, y por el de Cristo, pero sin ser reconocidos por ninguno? Bien, podéis arriesgaros si queréis hacerlo; pero a mí no me gustaría aventurarme a ello. Es una amenaza solemne: "El Hijo del hombre se avergonzará también de él cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles". Es algo solemne, repito, cuando Cristo dice: "Cualquiera que no trae su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". Ahora pues, demando a cada pecador que aquí se encuentra, aquellos en quienes Dios ha despertado la necesidad de un Salvador, obediencia para el mandato de Cristo, tanto en este aspecto como en todos los demás. Oíd el camino de la salvación: adoración, oración, fe, profesión. Y esta profesión, si los hombres quieren ser obedientes, si quieren seguir la Biblia, debe ser efectuada en la misma forma que la hizo Cristo, mediante un bautismo por inmersión, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dios lo manda, y aunque los hombres son salvos sin bautismo, y multitudes de ellos vuelan al cielo sin haber sido nunca lavados en la corriente, aunque el bautismo no es la salvación, no obstante, el hombre, si quiere ser salvo, no debe ser desobediente. Y puesto que Dios da una orden, a mí me corresponde hacerla *****plir. Jesús dijo: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere sumergido, será salvo; mas el que no creyere, será condenado".

Aquí pues, está la explicación de mi texto. Ningún ministro de la Iglesia puede objetar nada a mi interpretación. La iglesia anglicana defiende la sumersión. Dice que sólo los niños, y únicamente en caso de debilidad, serán aspergidos; y es asombroso ver la cantidad de niños endebles que han nacido últimamente. ¡Estoy asombrado de hallaros con vida, después de haber descubierto la gran cantidad de endeblez que ha existido por doquier! Los queridos pequeñuelos son tan delicados que, en vez de la inmersión que con tanta fuerza defiende su iglesia, les basta con unas cuantas gotas de agua. Quisiera que todos los ministros anglicanos fueran más consecuentes con los artículos de fe de su iglesia; si lo fueran, lo serían también con las Escrituras; y si fueran un poco más consecuentes con algunos de los epígrafes de su propia iglesia, serían más consecuentes consigo mismos. Si vuestros niños son endebles, podéis asperjarlos; mas si sois buenos anglicanos los sumergiréis, si es que pueden resistirlo.


 
 

 

 

Compartiendo bendiciones

Recopilo

 

MAYTE

 

 

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