A veces muchas más de las que queremos aceptar; las disensiones, los enojos, las rispideces surgen tanto en la familia secular como en el mismísimo seno de la iglesia. Digo: en todo ámbito donde confluyen los seres humanos, con sus distintas formas de pensar, de ver las cosas, de actuar ante las más diversas situaciones. Lamentablemente, esto es cosa común y hasta "normal" dentro de nuestra naturaleza caída fuera del Huerto del Edén.
Es así como las relaciones se deterioran, se van rompiendo. A veces con esfuerzo, con buena voluntad, se logran reconstruir, razonablemente dentro de una atmósfera sana. Pero es como las heridas. Aunque nos cueste y pese a reconocerlo, quedan cicatrices en la mayoría de las situaciones, salvo excepciones; en aquellas en que un milagro del Señor logra hacer lo que lo seres humanos no podemos.
Es como un vaso que se rompe. Con esmero y paciencia podemos reunir cada uno de los trozos y pegarlos hasta que quede entero. Pero si hay algo irrefutable, es que una vez reconstruido no es más que unos cuantos pedazos pegados. Su aspecto ya no volverá a ser el mismo, sino que al recibir agua, haya quedado alguna fisura que el pegamento no haya podido restaurar y el líquido en mayor o menor medida tienda a perderse.
En lo cotidiano, estas rupturas son responsables de iglesias divididas, hogares rotos, familias y vidas destruidas. El odio y el rencor han conducido a sufrimientos indecibles, inclusive llevado a la locura a muchas personas. Todo comenzó con un pequeño resentimiento que no se supo atender debidamente en tiempo y forma.
Pensar distinto está bien. No estar de acuerdo, también es una actitud muchas veces sana e inteligente. Pero si ese desacuerdo genera resentimientos, será necesario que le prestemos mucha atención. De nosotros depende que una pequeña chispa sea capaz de encender el fuego del Espíritu de Dios o se convierta en un fuego devastador.
Tal vez tienes un "pequeño desacuerdo", una desavenencia quizás con tu vecino, con tu pareja, con tu hijo, con tu hermano. Hay una realidad inexorable: si hoy que no es grave y urgente, no es atendida, como corresponde, serás ese vaso roto y mal pegado.
Dios no sirve Su Agua de Vida en vasos rotos ni remendados. Es necesario ir hoy mismo ir al altar del Altísimo con el vaso roto y entregárselo al Gran Fabricante. Sólo el milagro de la Gracia Restauradora del Perdón de Dios es capaz de hacerlo de nuevo.
Ptr. J. Batista