¿Cuán importante es la salud para una mujer? En realidad, afecta toda su vida. Si tiene energía y está sana, podrá llenar su día de actividades y mantenerse productiva. Si es de salud precaria y carece de vigor, su rendimiento será bastante menor. Verdaderamente necesitamos buena salud para tener la capacidad de realizar todo lo que Dios desea de nosotras como esposas, madres y siervas. La buena salud no es casualidad, ni la mala salud es sólo «mala suerte». Es cierto que podemos heredar la tendencia a sufrir una enfermedad, pero nuestros hábitos y nuestra perspectiva de la vida son aún más importantes. Hoy en día la fatiga es un problema muy serio que afecta a gran cantidad de mujeres. ¿Es posible aumentar la energía y reducir el cansancio? Si analizamos las vidas de personas que tienen mucha energía encontraremos una serie de características en común que favorecen la salud. 1. Tener horarios regulares para las comidas y el sueño. 2. Seguir una buena alimentación. 3. Practicar ejercicio, entre moderado e intenso, dos a tres veces por semana. 4. Dormir adecuadamente (siete u ocho horas por noche). 5. No fumar ni beber alcohol. 6. Mantener un peso equilibrado. 7. Disponer de tiempo para diversión y descanso. ¿Por qué nuestros hábitos no son saludables? Un factor importante es la falta de disciplina. Muchas de nosotras fuimos demasiado consentidas desde niñas y nos acostumbramos a satisfacer todos nuestros «antojos». Por eso comemos cada vez que sentimos hambre, vemos la televisión hasta altas horas de la noche y dormimos cuando sentimos sueño. No mantenemos un orden en nuestro quehacer diario. Pensamos: «después de todo es mi vida y hago lo que quiero con ella». Sin embargo, en 1ªCorintios 6.19-20 se nos dice lo siguiente: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.» En consecuencia, no soy realmente «mía». Pertenezco a Cristo Jesús, quien redimió mis pecados y me dio su Espíritu Santo. Dios vive en mi cuerpo y, por ello, no puedo hacer todo lo que se me venga en gana sin orden ni medida. No obstante, algunas mujeres siguen adelante con sus «antojos» y sufren los tormentos de una conciencia que no las deja en paz. Entonces, dado que mi cuerpo pertenece a Dios, lo debo cuidar Si pensamos en nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo trataremos, de cuidarlo tomando en cuenta los 7 pasos anteriores Dios te bendiga y te de entendimiento en todo. Enviado por | 
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