Filipenses 4:6-7 - Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Conversaba con un hermano que me confiaba estar sufriendo uno de los peores momentos de su vida. Se sentía tan culpable cuando pecaba que se la hacia difícil sentirse en paz con Dios a pesar de haberse arrepentido. Siempre que nos sentimos culpables es imprescindible preguntarnos: ¿Cómo puedo saber si el Espíritu Santo me está contristando o si Satanás me está acusando?

Nuestra naturaleza en verdad no nos ayuda pues su inclinación natural busca satisfacerse primero antes de complacer a Dios. Esa es una realidad que todos tenemos que admitir. En un mundo caído, como el nuestro, nada hacemos por motivaciones estrictamente puras. Como dijera Isaías en 64:6: “…todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento“…

Uno de los engaños más eficaces que el enemigo usa es confundirnos con sus acusaciones. Nuestras motivaciones invariablemente han de ser imperfectas, y nuestras decisiones, muchas veces difíciles. Es por eso que debemos mantener nuestros pensamientos puestos en el orden de Dios para que cuando fallemos no seamos presa del enemigo o de una conciencia que marchita la GRACIA del Señor en nuestras vidas.

Debemos actuar eficazmente como conocedores de la Palabra y del alcance del perdón de Jesús. Como acusador y enemigo nuestro, Satanás se deleita y se alimenta de nuestras ansiedades y temor. Este enemigo sabe muy bien cómo tentarnos y hasta manipular nuestras emociones para hacernos sentir culpables si se lo permitimos. Que nos sintamos lejos del alcance de la misericordia de Dios ese sin duda es su mayor objetivo. Sus recriminaciones se han de distinguir por su vaguedad y falta de objetividad. Como una gota que cae consistentemente, una y otra vez persiste su acusación intentando que el afán, la depresión y la baja autoestima vistan nuestra mente y pensamientos.

Te invito a que te separes por unos minutos y ores siempre que estés abrumado por sentimientos de culpa que no puedes relacionar con un pecado específico, o si después de haberte arrepentido la culpa persiste. Busca tu Biblia y usando la concordancia sumérgete en la santa Palabra de Dios. Estamos en una guerra espiritual hermanos. En esta guerra, aprendamos a discernir si estamos sufriendo por una culpa falsa que viene de nuestro corazón, o de nuestro enemigo espiritual.

No hay duda que cuando pecamos tenemos que vivir con los alcances y consecuencias de nuestras malas acciones. Ser llamados hijos de Dios no nos quita responsabilidad, pero sí nos libra de condenación eterna. Cristo nos ha dado con su entrega en la cruz, una también eterna seguridad de paz y salvación.

Filipenses 4:8 - Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensado